Los primeros años de la Segunda Guerra Mundial estuvieron marcados
por la escasez casi total y el mundo textil
formó parte. Se dejó de usar el cuero por sus costes y los accesorios y
adornos sólo se utilizaban si era extremadamente necesario. Las mujeres
comenzaron a animarse a producir su propia ropa y a repararla entre
amigas para ahorrar dinero.
Tener el pelo recogido no era solamente una necesidad laboral, la mujer ya no contaba ni con el dinero ni con el tiempo suficiente para cuidarlo y mantenerlo siempre ordenado.
Los últimos años de la década ya vislumbraban un futuro mejor, con la guerra acabándose, la sociedad volvía a ponerse de pie y esto se ve reflejaba en el día a día e incluso en la moda.
La mujer, cansada del estilo sobrio y cómodo, comienza a rendirle culto a la belleza y las curvas.
El look militar se popularizó y comienzaron a verse los trajes de chaqueta con hombreras, cinturones y polleras con tablas y pliegues.
También fue en esta época que aparece el pantalón vaquero con corte femenino para la mujer trabajadora que priorizaba la comodidad y practicidad.
El tea dress (“vestido para el té”) es el hito de los años 40, ese vestido de tarde, con flores, escote corazón y manga corta abullonada.
Los últimos años de la década trajeron consigo una vuelta a la elegancia clásica y a la imagen femenina, lo cual supuso la recuperación del lujo y el exceso tras la depresión de la Segunda Guerra Mundial.
El mayor exponente de esta nueva imagen fue el new look de Cristian Dior de 1947. Con el traje sirena volvió la silueta con cintura ajustada, tomaron volúmenes los hombros y pechos, se aumentó el vuelo de las faldas en forma de corola manteniéndose por debajo de las rodillas a 20cm del suelo y comenzaron a verse los abrigos canguro
Junto con el destaque de la silueta femenina llegó el bikini, con mucha tela que cortar aún, pero bikini al fin.
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